Jan 30, 2025
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0De pronto, atiné a mirar al viejo reloj que, sin detenerse, seguía su marcha sin tener en cuenta el vaivén de mis pensamientos. Las agujas deterioradas se movían dejando notar un ritmo acompasado, estas marcaban con precisión las once y cuarenta y cinco de la noche. Sentado en mi pequeña mesa, en mi casita, en Jicamarca; por aquí a estas horas hay inmejorables notas de quietud casi solemne, donde el silencio de la noche se convierte en el único deponente de la vida que yace “oculta”. A esta hora, cuando todo parece detenerse en una pausa sin fin, el silencio profundo es interrumpido por el ladrido lejano de perros, ecos de vigilias animales que rompen mi calma con su inquietud palpitante. De cuando en cuando, los aullidos de gatos techeros se unen con este concierto taciturno, esos gritos resonando como lamentos desde la clandestinidad buscando protagonismo en la penumbra.