Pero la totalización (atributiva) de esa unidad habría sido determinada desde el exterior, concretamente a partir de las invasiones cartaginesas y, sobre todo, de las romanas.
Cabría afirmar, en resumen, que la unidad de España, como totalidad diferenciada, encontró su primera forma de identidad política interna a través de su condición de parte, provincia o diócesis de Roma. De allí recibió la denominación oficial Hispania
La identidad de Hispania como provincia o diócesis de Roma se transformó en el momento en el que el Imperio romano resultó fragmentado. La unidad peninsular recibió una nueva identidad que terminaría equilibrándose a través del Reino de los visigodos.
{La unidad se mantiene con los visigodos, pero no su identidad, y la unidad se rompe con los musulmanes (pero acaso no enteramente su identidad).}
el «minúsculo núcleo» de resistencia inicial asumió el «ortograma» que puede considerarse propio de un imperialismo genuino (un imperialismo del tipo que en su momento conceptualizaremos como «imperialismo diapolítico»,
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